March 28, 2007 | Translation of Scripps Howard News Service

Una Mujer Peligrosa

Theo van Gogh era un hombre occidental moderno, un creyente en la razón, la tolerancia y el multiculturalismo. Y por ello quizá encaja que sus últimas palabras fueran: “¿No podemos hablar sobre esto?”

 

Le hizo esa pregunta a Mohamed Bouyeri, un islamista militante indignado por Sumisión, una película que van Gogh había dirigido, una película que analiza implacablemente la opresión de las mujeres en tierras islámicas. A plena luz del día, en una calle de Amsterdam, ciudad natal de van Gogh, Bouyeri respondió al llamamiento del cineasta a favor del discurso social pegándole tiros, cercenando su garganta con un cuchillo de carnicero y clavándole en el pecho una carta de 5 páginas.

 

En la carta mencionaba de forma destacada a Ayaan Hirsi Ali, la admirable mujer que escribió Sumisión. Bouyeri juró matarla a ella también.

 

Semejante intensidad de odio y violencia es algo difícil de comprender para muchos de nosotros. Pero no para Hirsi Ali. Al crecer en Somalia, Arabia Saudita, Etiopía y Kenya, padeció múltiples formas de crueldad y se convirtió, por un tiempo, en una devota creyente de la marca radical del islam predicado por la Hermandad Musulmana. Acaba de escribir Infiel, un libro sobre su extraordinario periplo geográfico, espiritual e intelectual. Cualquiera que aspire a entender el conflicto global hoy en marcha – por qué está sucediendo y hacia dónde puede estar yendo – debe oírla.

 

La historia personal de Hirsi Ali es algo familiar a estas alturas. Creció en la pobreza y huyendo – por ser hija de un celebrado revolucionario somalí. Cuando cumplió 22 años, su padre arregló su matrimonio con un hombre que él pensaba era el adecuado. Ella se escapó, estableciéndose en Holanda donde limpió baños y trabajó en una fábrica de montaje. En poco tiempo, aprendió holandés fluído, estudió en la universidad y fue elegida miembro del parlamento.

 

Pero después de la muerte de van Gogh, las amenazas contra su vida y la controversia que la rodeaba por sus opiniones la impulsaron a cambiar Holanda por Washington donde Christopher DeMuth, el clarividente presidente del American Enterprise Institute le dio un lugar donde pensar y escribir sobre libertad, religión e ideología.

 

En Estados Unidos, puede que Hirsi Ali esté más segura de lo que estaría en Europa en lo que respecta a no sufrir ataques físicos. Pero nada puede protegerla de los intentos de destruir su reputación desde las páginas de The Economist, Newsweek, Washington Post  y otras publicaciones de la élite.

 

Sus detractores —  que nunca objetarían la crítica contra el cristianismo o el judaísmo – parecen estar indignados debido a que Hirsi Ali se atreve a cuestionar la doctrina y práctica islámicas. Se ofenden por el rechazo de ella a mostrarse de acuerdo con la idea de que el islam es intrínsecamente una “religión de paz” y que es sólo un lunático el que ha “secuestrado” esa fe para justificar volar aviones contra edificios y enviar a terroristas suicidas para que asesinen niños.

 

Hirsi Ali argumenta más bien que hay errores y quizá hasta patologías dentro del islam que deben ser reconocidas y a las que hay que hacerles frente. Después de ver los ataques del 11 de septiembre, esas ideas se hicieron patentes para ella. El líder del Partido Laborista holandés le dijo: “Es tan extraño, toda esta gente diciendo que esto tiene que ver ¿con el islam?”.

 

“No pude evitarlo” escribe Hirsi Ali. “Le espeté ‘pero sí es por el islam, tiene que ver con sus creencias’”, especialmente la creencia de que se debe librar una guerra para forzar a los infieles a la sumisión. Los miembros de al-Qaeda no protestan por políticas, están cumpliendo lo que ven como sus obligaciones religiosas. No reconocer esto, escribe Hirsi Ali, “es un poco como analizar a Lenin y Stalin sin mirar las obras de Karl Marx”.

 

Añade: “La forma de pensar que vi en Arabia Saudita, y entre la Hermandad Musulmana en Kenya y Somalia, es incompatible con los derechos humanos y los valores liberales”.

 

Aunque Hirsi Ali ya no es una musulmana practicante, sería injusto llamarla antiislámica. El profeta Mahoma, dice ella, “nos enseño muchas cosas buenas. Encontré muy atractivo espiritualmente creer en la vida después de la muerte. Mi vida se enriqueció con los mandatos coránicos sobre la compasión y de ser caritativos con los demás”  Pero lo que ella encuentra cada vez más difícil de aceptar, especialmente debido a que desobedientemente tiene amigos infieles, es la enseñanza que “si Ud. no acepta el islam, debería morir”.

 

Hirsi Ali cree que al igual que Occidente, hace tiempo ya, “se liberó del yugo de la religión violenta organizada” los musulmanes de hoy también “debemos analizar nuestros dogmas, examinarlos a fondo y luego infundir a nuestras tradiciones que sean rígidas e inhumanas los valores del progreso y la modernidad”.

 

Son ideas revolucionarias. No es de extrañar que los musulmanes totalitarios tramen matarla y que los apologistas occidentales del islamismo conspiren para desacreditarla. 

 

©2007  Scripps Howard News Service

©2007  Traducido por Miryam Lindberg

 

Clifford D. May, antiguo corresponsal extranjero del New York Times, es el presidente de la Fundación por la Defensa de las Democracias.