April 24, 2008 | Op-ed

Pensando lo impensable

No ha habido cambio alguno desde entonces – todo lo contrario. Ashton B. Carter, co-director del Proyecto de Prevención de Defensa en Harvard, dijo recientemente que la amenaza del terrorismo nuclear ha estado aumentando debido a la proliferación iraní y norcoreana así como por no haber protegido el arsenal nuclear de Rusia después de la Guerra Fría. Él cree que ahora la probabilidad de un ataque nuclear contra una ciudad americana es “con seguridad, casi mayor que hace cinco años”.

Gary Anthony Ackerman, director de investigación del Consorcio Nacional para el Estudio del Terrorismo y Respuestas al Terrorismo (National Consortium for the Study of Terrorism and Responses to Terrorism) también dijo recientemente al Congreso que “la perspectiva de que los terroristas detonen un dispositivo nuclear en suelo americano en algún momento del próximo cuarto de siglo es verdadera y creciente”.
 
Y Cham D. Dallas, que dirige el Instituto para la Administración de Salud y Defensa de Destrucción Masiva (Institute for Health Management and Mass Destruction Defense) de la Universidad de Georgia, dice rotundamente: “Es inevitable”. Testificando en una audiencia del Senado este mes, agregaba: “Creo que impensable creer que no sucederá en 20 años”.

Si una bomba nuclear de 10 kilotones estallara cerca de la Casa Blanca, Dallas estima que mataría a 100.000 personas. La nube radioactiva contaminaría letalmente a miles. En una ciudad densamente poblada como Nueva York o Chicago, una explosión similar daría lugar a un número de víctimas mortales quizá 8 veces más grande.

Charles Allen, subsecretario de Inteligencia y Análisis del Departamento de Seguridad Nacional, ha dicho que no hay duda que los grupos terroristas islamistas están buscando material nuclear. Pero agregó que la comunidad de inteligencia “está menos segura sobre la capacidad de los terroristas para adquirir o desarrollar un dispositivo nuclear”.

¿Podría estar más segura la comunidad de inteligencia? Sí, nuestros espías podrían hacer más para aumentar nuestras oportunidades de detectar – y prevenir – ataques terroristas de toda clase. Pero se les está negando las herramientas. El ejemplo más destacable: La ley que dio a las agencias de inteligencia de Estados Unidos la autoridad para monitorear con libertad las comunicaciones de terroristas extranjeros en el exterior, pero que expiró en febrero.
 
El Senado aprobó una ley para restaurar esa autoridad con una mayoría bipartita sólida, 68 a 29. Es casi probable que una mayoría bipartita en la Cámara de Representantes la aprobaría, pero la Presidenta de la Cámara de Representantes Nancy Pelosi – por más de 2 meses – ha utilizado el poder de su cargo para evitar que los miembros de la Cámara voten sí o no.

¿Por qué haría ella algo tan irresponsable? Los grupos izquierdistas – importantes para los demócratas en esta temporada electoral – exigen que se dé a los terroristas extranjeros viviendo en el exterior las mismas protecciones de privacidad que gozan los ciudadanos americanos domésticamente.

Puede que esta política ya haya costado vidas americanas. Al menos en un caso, los funcionarios de Estados Unidos trabajaron por casi 10 horas para conseguir la aprobación legal necesaria para intervenir conversaciones telefónicas para ayudarles a localizar a tres soldados americanos secuestrados por combatientes de al-Qaeda en Irak. No se logró rescatarlos con éxito.

“Estamos ampliando los derechos (constitucionales) de la Cuarta Enmienda a un terrorista extranjero… que ha capturado a un soldado de Estados Unidos” decía el Director de Inteligencia Nacional Michael McConnell quejándose a un comité del Congreso el año pasado durante una batalla legislativa sobre este mismo tema. 

También en la combinación: Los abogados litigantes han demandado judicialmente a las compañías de telecomunicaciones que cooperaron con los agentes de Inteligencia inmediatamente después del 11 de septiembre de 2001, permitiendo que minaran datos en busca de patrones de actividad terrorista. Si los abogados litigantes – los donadores más grandes de los demócratas – tienen éxito, sacarán miles de millones de dólares en ganancias. También servirá de lección para que el sector privado nunca más coopere en las iniciativas del gobierno para identificar a terroristas. La ley del Senado protegería a las compañías de telecomunicaciones contra estas demandas judiciales.

Casi dos docenas de congresistas demócratas moderados de la Cámara de Representantes enviaron a Pelosi una carta en la que decían que hasta que no se apruebe esta medida, la seguridad nacional de Estados Unidos “estará bajo un riesgo indebido”. Pero eso era hace meses. Desde entonces, con pocas excepciones, los demócratas han estado con la boca cerrada. 

¿El preocuparse por el terrorismo nuclear es alarmista? Después del atentado suicida contra las barracas de los marines americanos en Beirut en 1983, y, nuevamente después del camión-bomba contra el World Trade Center en 1993, la mayoría de los políticos no exhibieron miedo sino pasividad. No hicieron nada serio para anticipar o evitar los próximos ataques terroristas. La consecuencia fue la atrocidad del 11 de septiembre de 2001.

Nancy Pelosi y aquellos que siguen su estela parecen no haber aprendido nada desde entonces en todo este tiempo.

©2008  Scripps Howard News Service
©2008  Traducido por Miryam Lindberg